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La verdadera libertad es para los intrépidos, proviene del interior.

El acto de conocerse a uno mismo con la observación

Liberarse del ego es uno de los actos más transformadores que un ser humano puede experimentar. No se trata de eliminar algo, ni de combatir una parte de uno mismo, sino de ver con claridad lo que no somos y dejar de identificarnos con ello. El ego es la construcción mental que hemos formado a lo largo del tiempo: un conjunto de ideas, recuerdos, roles, comparaciones y juicios que definen una identidad separada. Es ese “yo” que necesita ser aprobado, tener razón, destacar o defenderse constantemente.

Cuando vivimos desde el ego, actuamos desde la inseguridad, el miedo o la necesidad de validación. Cada palabra, cada decisión, cada reacción busca reforzar esa imagen de quien creemos ser. Pero en ese esfuerzo constante, perdemos libertad. Nos volvemos esclavos de una máscara, de una historia mental que necesita ser sostenida.

Liberarse del ego es, en cambio, un regreso a la autenticidad. Es soltar la tensión de aparentar, dejar de construir una versión aceptable o admirable de uno mismo. Es dejar de luchar con lo que somos, con lo que sentimos, con lo que ocurre. En lugar de reaccionar desde el orgullo o la herida, empezamos a responder desde la conciencia. En lugar de buscar valor en lo externo, lo reconocemos dentro.

La verdadera libertad no nace de tener más control, sino de dejar de controlar. No se trata de perfeccionarse, sino de permitir ser. Cuando el ego se silencia, aunque sea por instantes, descubrimos una presencia profunda y silenciosa. Es un espacio interno que no necesita ser definido ni defendido. En él no hay ansiedad por el futuro ni carga del pasado. Solo hay claridad, paz y una sensación de estar plenamente vivos, sin necesidad de interpretar ningún papel.

El mundo es de los intrépidos

Siempre ha habido seres intrépidos que se han dedicado a observar la naturaleza, Estas personas valoraban mucho los momentos de soledad y el silencio, entraban en un estado de conciencia muy pacífico con una respiración muy pausada, al hacerlo en sus mentes surgía la sabiduría de crear métodos o medicina para el resto de los humanos.

Observar el comportamiento de los animales y los efectos naturales, para los observadores de la vida en movimiento, el fuego tenía que venir de algún lugar y la lluvia tenía un carácter impredecible nunca se sabía porque, y buscaban la razón.

Hay mucho misterio sobre las cosas que damos por sentadas en la vida, como por ejemplo el wifi, o el cómo llegan las ondas de radio y TV y el porqué de todo este mundo invisible, o porqué un pájaro nace de un huevo. Entonces estas personas en su curiosidad buscaban los porqués, y así nacía la ciencia.

El ego se ve separado de los demás, cuando vivimos en el “yo” hay egoísmo porque uno se obsesiona con el “que será de mí” sin observar el entorno. El “yo” necesita ser parte de algo para sentirse seguro, importante o socialmente aceptable y digno.

Para encontrar seguridad en la vida se añora pertenecer a algo más grande que nosotros, un grupo; una tribu, una religión, una raza, una comunidad, una nación. Para que alguno de estos grupos nos acepte primero debemos adaptarnos a su idiosincrasia, sin pensar que al hacerlo estamos renunciando a nuestra libertad, adoptamos la historia de otro y que no es la que nos pertenece en realidad. Al sumergirse en la historia de otro se les llama “ellos” porque no es tu historia. La seguridad que se encuentra en algo más grande que uno mismo se rompe cuando “ellos” se convierten en una amenaza e incluso en un enemigo de la propia supervivencia.

Hay apego, pensamos yo soy “eso” y luego nos aferramos a “eso” como parte de nuestra identidad. Un grupo puede ser más grande y a veces tienen un enorme poder sobre la gente, así como “soy francés” o “soy “judío” “soy algo” cualquier versión de este tipo nos lleva al apego, y excluye a los que no son así, se separan del resto. El problema no es en sí ser “eso” sino el aferramiento lo que puede conducir a luchas de poder o demostraciones competitivas. Se deja de vivir el momento presente llorando el pasado que no fue mejor y añorando un futuro idealizado mejor. 



La personalidad no nos identifica

Desde los primeros instantes de vida, el ser humano comienza a construirse una identidad. Recibe un nombre, un lenguaje, una cultura. Aprende quién se supone que debe ser antes de saber quién es. Así nace el ego: esa estructura mental que organiza pensamientos, deseos y recuerdos bajo una aparente unidad. El ego es útil, incluso necesario. Nos permite interactuar con el mundo, tomar decisiones, asumir responsabilidades. Sin embargo, cuando se convierte en el centro de la existencia, deja de ser guía para volverse un drama.

En la psicología occidental, Freud lo definió como el yo racional que media entre nuestros deseos inconscientes (ello) y las exigencias morales (superyó). Jung, por su parte, lo consideró el centro de la conciencia, pero no la totalidad del ser. Para él, el camino hacia el sí mismo —una totalidad más profunda— implicaba atravesar la sombra, aceptar lo inconsciente, y trascender los límites del ego.

Pero más allá de Occidente, el pensamiento oriental ofrece otra mirada. El budismo afirma que el ego es una ilusión: un conjunto de agregados (forma, sensación, percepción, volición y conciencia) que creemos erróneamente que forman un yo. Esta ilusión es la raíz del sufrimiento o el drama de la vida. Liberarse del ego no es perderse, sino encontrarse en una dimensión más profunda, libre del apego.

 Y es en el Advaita Vedānta, una de las corrientes más refinadas del hinduismo, donde esta visión alcanza una profundidad radical. Advaita significa literalmente "no dualidad". Según esta tradición, el verdadero Ser (Ātman) no es diferente del Absoluto (Brahman). Todo lo que creemos ser —el cuerpo, la mente, el ego— es solo una superposición ilusoria (māyā) sobre la conciencia pura, que es infinita, indivisible y eterna.

El sabio Śaṅkara, principal exponente del Advaita, enseñaba que el ego (ahaṁkāra) es solo una aparición en la conciencia, no su esencia. El individuo que se identifica con el ego vive en ignorancia (avidyā). Solo mediante la indagación “¿Quién soy yo?” y el desapego, se revela la verdad: yo no soy el cuerpo, ni la mente, ni el ego... soy pura conciencia. Aquí comienza la verdadera libertad, al liberarse de uno mismo y las creencias adquiridas.

Así, el Advaita no propone destruir el ego como tal, sino trascenderlo mediante el conocimiento. El ego es como una nube que oculta el sol: no necesita ser combatido, sino comprendido como irreal. El individuo, en su esencia más profunda, nunca estuvo separado del Todo.

La filosofía de Nietzsche, desde otra orilla, también invita a la superación del yo común. Aunque no habla en términos de no-dualidad, sí propone la transgresión de los límites impuestos por el ego social y moral. El “superhombre” nietzscheano no es egoísta, sino que ha ido más allá del yo tradicional para crear nuevos valores, en fidelidad a su voluntad de poder.

El ser auténtico, entonces, no es el yo con el que nos identificamos diariamente, sino aquello que permanece cuando el ego cae. No busca aprobación, no teme desaparecer, no necesita definirse. En términos psicológicos, es el sí mismo. En términos budistas, es el vacío luminoso. En términos advaita, es Brahman mismo, sin segundo.

Conclusión

El viaje del ser humano es el viaje del ego al ser libre. No se trata de negar al yo funcional, sino de descubrir que no somos, solo eso. El ego puede ser una herramienta útil, pero también una barrera si lo confundimos con nuestra verdadera naturaleza. El individuo auténtico; más allá de las máscaras, los miedos y las narrativas, se revela cuando dejamos de buscar afuera lo que siempre ha estado dentro.

El camino puede variar: para unos, es la psicología; para otros, la meditación; para otros más, la sabiduría no-dual. Pero el destino es común: la libertad interior que nace cuando comprendemos que no somos el ego, sino aquello que lo observa en silencio.




Herramientas para detectar cuando actúa el ego

Observar al ego requiere honestidad, autoobservación y herramientas que te ayuden a reconocer patrones mentales, emocionales y de comportamiento que surgen desde una identidad construida o defensiva. Aquí tienes herramientas prácticas y reflexivas para ver al ego en acción:

Autoobservación consciente (mindfulness)

Herramienta: Meditación diaria o atención plena durante el día.

  • Cómo usarla: Detente durante el día y pregúntate:
    “¿Qué estoy sintiendo ahora? ¿Estoy reaccionando o respondiendo?”
  • Ejemplo de ego: Reacción automática de defensa ante una crítica.

Escritura reflexiva o “journaling”

Herramienta: Diario personal enfocado en la personalidad.

  • Qué escribir:
    • Momentos donde sentiste que "te dolió el orgullo".
    • Dónde te sentiste superior o inferior a otros.
    • Cuando necesitaste tener la razón.

Frase útil: "¿Qué parte de mí se sintió amenazada hoy?"

Identificación de roles y máscaras

Herramienta: Lista de personajes que usas en diferentes contextos.

  • Ejemplo:
    • "El que siempre tiene la razón"
    • "La víctima"
    • "El salvador"
    • "El exitoso"
  • Propósito: Ver que no eres esos personajes, sino que los adoptas.

Observa tu necesidad de aprobación o control

Herramienta: Detecta pensamientos como:

  • "¿Qué pensarán de mí?"
  • "Necesito que esto salga como yo quiero."

Ego busca controlar o complacer para sostener su imagen.

Meditaciones guiadas sobre el ego

Herramienta:

  • Busca meditaciones con títulos como:
    • “Soltar el ego”
    • “Observar la mente”
    • “Meditación sobre la identidad”

Relaciones como espejos

Herramienta: Ver tus reacciones emocionales frente a otras personas.

  • Pregúntate:
    “¿Qué me molesta de esta persona que en realidad también está en mí?”



Lecturas recomendadas

  • Eckhart Tolle – "El poder del ahora" y "Una nueva tierra"
  • Anthony de Mello – "Autoliberación interior"
  • Marta Looz - Cábala y budismo
  • Krishnamurti – sobre el observador y lo observado
  • Deepak Chopra – “Meta humano” y “curación cuántica”
  • Nisargadata – “I am that” (mejor en inglés)

El objetivo no es “matar” al ego, sino verlo claramente sin identificarte con él. El ego existe, pero no necesita gobernar tu vida. Esta personalidad es útil en el mundo si es la presencia interna, noble, quien la dirige e inútil si es de reacción visceral, aunque en general sin un despertar de la conciencia responde en patrones detectables y muy estudiados en sus aspectos psicológicos.

En tuarboldevida.com te enseñamos a observar tu programa de vida, de donde viene, de qué tipo de pasado y herencia surge, y al reconocer esta semilla se la puede observar y observar el engaño. El futuro no existe. Somos más libres de lo que pensamos, cuando somos conscientes de nuestro comportamiento podemos cambiarlo todo. No debemos tratar de cambiar a otro, sino que la verdadera trasformación comienza en uno mismo y el despego, puesto que siempre podremos partir de cero, volver a nacer y cada día lo hacemos, porque somos en realidad libres. No importa en donde uno esté, es un trabajo interior y requiere de auto observación, todo está dentro de uno mismo, no hay película fuera.

En ese estado, comprendemos que no somos el personaje que sufría o luchaba por existir, sino el fondo silencioso que lo observaba. Ahí comienza la verdadera libertad: no en convertirnos en algo más, sino en recordar lo que somos sin todo lo que creíamos necesitar ser.

Conclusión psicológica

Liberarse del ego es un acto de salud mental profunda. Es reconocer que muchos de nuestros sufrimientos emocionales provienen de identificarnos con pensamientos, expectativas y juicios automáticos. Al crear distancia consciente entre lo que somos y lo que pensamos que somos, recuperamos nuestra capacidad de elegir, de vivir con menos reactividad y más autenticidad. Desde la psicología, este proceso es un camino hacia una mente más libre, flexible y en paz.

Conclusión filosófica

Filosóficamente, liberarse del ego es cuestionar la noción misma de identidad. ¿Qué es el "yo"? ¿Dónde comienza y termina? ¿Qué queda si quito mis nombres, logros, opiniones y recuerdos? Al explorar estas preguntas, se deshace la estructura rígida del “sujeto” como algo fijo y separado del mundo. La libertad surge cuando comprendemos que no somos entidades aisladas, sino parte de un flujo continuo de ser. Ver esto con claridad nos libera de la ilusión de separación, y con ella, del sufrimiento.

Conclusión espiritual

En lo espiritual, la liberación del ego no es un logro, sino un despertar. Es recordar que el yo separado que creemos ser nunca ha sido nuestra verdadera naturaleza. Al dejar de identificarnos con esa ilusión, nos abrimos a una conciencia más vasta, sin forma ni límites, donde el amor, la compasión y la unidad surgen de manera natural. No es que desaparezcamos, es que dejamos de estar dormidos en la idea de ser alguien distinto de la totalidad.

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Marta Looz

Intérprete de el "árbol de la vida personal" y profesora de cábala hebrea, profesora de yoga tibetano y el arte de la espada.
Ha conseguido unir las formas del Yoga para trabajar el cuerpo y calmar la mente, con la sabiduría de la Kabbalah y la comprensión de uno mismo.
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